LOS 10 AUTOS DE HERNÁN VÁZQUEZ

Era el vehículo que mi padre tenía en su trabajo (o sea que no era el coche de la familia), y en ese coche fue que se dedicó a instruirme respecto de la conducción. Íbamos a practicar los sábados temprano alrededor de una compactadora de residuos que estaba en el barrio de Belgrano, donde había calles largas y pocas intersecciones. Era un Torino celeste, y me acuerdo como si fuese hoy lo que me costaba soltar el embriague sin que se parara. Lo particular es que mi padre tenía un Peugeot 504, y recién me lo prestó cuando aprendí a conducir en el Torino. Un poco al revés de lo que hubiese sido un proceso normal.

Nunca me compré un auto para mí. Trabajo hace 31 años en Volkswagen y siempre tuve autos de la empresa. No desde el día uno, claro (al principio iba con coche prestado), pero al poco tiempo tuve la posibilidad de sacar un vehículo por leasing. Fue un Polo Coupé, que para ese año –1988– era un auto bastante deportivo. Yo le compré unas cositas y le puse cariño para que parezca un “GTI” aunque solo tuviese 45 caballos (risas).

Fue el primer auto que realmente pude “elegir” porque ya estaba en una situación profesional para poder hacerlo. En esa época ya tenía tres hijos y eso de poder llevarlos y que cada uno tuviese su asiento en la ventanilla, sin pelearse, era algo fantástico. Por las tres filas de asientos, claro.

Es el que uso ahora porque ya estaba asignado a mi puesto. El Q7 es la comodidad llevada a la máxima expresión, tanto desde el punto de vista de la conducción, cuando yo conduzco el vehículo, como cuando algunas veces me llevan.

Ahora, su tuviese presupuesto ilimitado, ni lo dudo: me haría de un Porsche 911 Cabrio, de cualquier generación. Si, ya sé que es otra marca dentro del Grupo VW (risas), pero el 911 es el máximo símbolo de deportividad. Me fascinan esas líneas simples atemporales que son las que todos dibujábamos de pequeños.

Creo que ya lo mencioné, pero es uno de los autos con los que mejores recuerdos tengo. Yo tengo una hermana mayor, pero el primer hijo que tenía la posibilidad de llevar el coche de la familia era yo. No me quiero meter en complicaciones de sociedad machista y tal (risas), pero en aquél entonces era así. Y ese 504 amarillo (le recuerdo hasta el número de patente) me representó esos 4 o 5 años desde que empiezas a manejar, y tienes a tu primera novia… y bueno pasan esas cosas que son grandes experiencias… y no voy a entrar en detalles (risas).

A mí un auto que me fascina –y ni siquiera es un “auto”– es la Combi de Volkswagen. Lo siento por seguir insistiendo con la marca en la cual trabajo, pero la veo como la representación de la movilidad, de la libertad, de la amistad, del tiempo libre… para mí es un vehículo que refleja muchos elementos que en la vida son los más deseables. Hay una versión que tiene 16 ventanillas casi en el techo que es mi favorita. Para mí es el coche eterno y uno de los mejores diseños de la historia.

Soy tan fanático de los autos de nuestro Grupo que me cuesta encontrar uno de otra marca que me gustaría que estuviese en nuestro portfolio de productos. Tal vez alguno de esos Mercedes superdeportivos como el SLS que tiene alas de gaviota. Eso sí, es imposible que me saquen de Alemania con los autos (risas).

Cuando era joven, allá por los años 80, el Serie 3 me parecía materia superior. Un amigo que jugaba al hockey conmigo lo tenía y me llamaba mucho la atención eso de que la consola central te miraba a tí si estabas al volante, porque estaba levemente torcida. Eso me parecía un detalle potente.

Es un auto sobre el que siento que incidí un poco en su desarrollo cuando estaba cerca del final de su vida útil (run out le decimos en la jerga). Yo era jefe de producto de Audi en España y llevé a Alemania una idea de agregarle un equipamiento y un trim (terminaciones) diferente, un poco más deportivo y sofisticado. Con eso logramos quitarle bastante esa imagen de “auto para gente mayor” que tenía el modelo y combinado con un precio muy bueno que también conseguimos lo convertimos en un exitazo en España. Me siento muy protagonista de ese suceso.

Yo hice el servicio militar en Argentina en el año ’82, el año de la guerra…. pero no me tocó ir a Malvinas sino al Comando en Jefe del Ejército. El sargento que era mi jefe tenía un Fiat 128 y él descubrió que yo era una persona que podía hacer trámites y diligencias. Así que me nombró “encargado” del mantenimiento del 128, y te imaginas que en ese contexto mi relación con el auto fue muy intensa. En esa época el 128 me parecía un auto muy deportivo… si lo miro hoy digo “¿cómo puede ser que haya pensado eso?” (risas)