LOS 10 AUTOS DE GISELA DULKO

Aprendía a manejar en un Twingo verde grillo, que era uno de los autos que tenía Autoescuela Tony, ahí en Pacheco, mi ciudad natal. La verdad es que no era el color ideal, si querés pasar desapercibida cuando estás aprendiendo a manejar y te mandás un montón de macanas (risas). Pero luego de un par de clases lo aprendí a querer al Twinguito.

Una vez que tuve el registro empecé a usar el “Saxito” de la familia. Era bastante pelado, sin aire y hasta tenía manija para bajar los vidrios, pero era súper práctico y sobre todo fácil de estacionar. Eso fue justo en la época en la que empecé a viajar bastante por el tenis, así que cada vez que volvía me reencontraba con él.

Fue el primer auto que me compré. Habrá sido alrededor de 2005 y fue un salto enorme con respecto al Saxo. Era negro, motor 2.0, tenía teclitas para bajar los vidrios y ¡no se escuchaban ruidos! (risas). El Golf es un auto que me encantó y todavía me encanta. Andaba lindo, era seguro y tenía un tamaño ideal para lo que yo necesitaba en esa época.

Es mi auto actual. Cuando la vi me encantó: tiene tres filas de asientos y para mí que tengo tres hijos y cuatro perros es ideal. Hay camionetas más grandes, pero para tener 7 asientos esta me pareció bastante compacta, no un camión.

De los autos que tengo más y mejores recuerdos está el Ford Falcon que tenía mi abuelo. Me acuerdo que lo cuidaba muchísimo –lo tenía impecable– y andaba siempre con el plumerito de acá para allá. Los paseos de Pacheco a Tigre o de Pacheco a Capital con mi abuelo en el Falcon no me los olvido más.

Los autos nunca me duran más de dos años. Me gusta ir cambiando. Así que tuve tantos que me cuesta acordarme de todos. Pero uno que sí recuerdo mucho es un Mini Cooper que me compré cuando todavía jugaba. Yo no suelo andar rápido, pero al Mini siempre me daban ganas de acelerarlo. Por supuesto fue antes de tener hijos y todo eso, porque era un auto ideal para salir sola. Bueno, ahora que lo pienso, no sería un mal segundo auto ahora... (risas).

Otro de los que tuve que me gustó mucho. Fue justo el anterior al Mercedes que tengo ahora y también tenía tres filas de asientos, pero era mucho más grande. Era linda estéticamente, tenía era un andar increíble y un confort espectacular.

Si es por diseño, es el auto más lindo que tuve. Es una camioneta pero a la vez parece un auto deportivo. Cancherísimo.

Yo tenía una gran amiga –Tania, que era estadounidense y lamentablemente falleció hace poco– a la que conocí porque una vez me alojó en su casa de San Diego, ya que en algunos torneos te ofrecen quedarte en casas particulares para ahorrarte el hotel. A Tania le iba muy bien y tenía una casa increíble, pero una de las cosas que más me llamó la atención era que todo el subsuelo era una especie de parking gigante, que parecía el estacionamiento de un shopping, donde guardaban su colección de coches. Ella y el marido eran muy fanáticos de los autos y tenían ¡17 Ferraris!, además de un montón de otros autos antiguos, modernos, grandes, chicos, limusinas… lo que quieras. Y el terreno era tan grande que los manejaban ahí adentro. De todos esos autos, el que más recuerdo es una Ferrari a la que se le abrían las puertas para arriba, y que una vez me ofrecieron manejarla pero yo no me animé porque me dio miedito. Me arrepiento un poco ahora de no haberlo hecho (risas).

De todos los autos que conozco, el que más me llama la atención y más me gustaría poder manejar es ese viejito que tiene forma de burbuja –Isetta creo que se llama–, que tiene la puerta que se abre para adelante. Me pasa algo raro con ese autito; como que me da una sensación de nostalgia por el pasado... No sabría explicarlo bien, pero me encanta.