Renault 12: Máquina de sueños

Renault 12: Máquina de sueños

Alberto camina las dos cuadras que separan su casa de la escuela. Corre la década de 1950 en General Pico, provincia de La Pampa. Fue elegido abanderado y como premio le regalaron un guardapolvo y un par de zapatillas. Una verdadera suerte, ya que así sus abuelos, que lo crían y son de familia muy humilde, se podrán ahorrar ese dinero.

Además de por el reconocimiento académico, está muy contento porque tuvo la suerte de visitar Mar del Plata. Fue seleccionado en un programa del entonces gobierno de Perón. Incluso llegó a conocer a la mismísima Evita. Era muy chico, pero lo recuerda con claridad: la tuvo a cien metros, ciento cincuenta como mucho.

Mientras tanto, a 500 kilómetros de allí, en Córdoba, se coloca la piedra fundacional de una nueva fábrica de autos. Es marzo de 1955 y una empresa estadounidense se radica en el país. Se trata de Industrias Kaiser Argentina (IKA), futura Renault Argentina. Sin embargo, todavía es demasiado pronto para que la historia de este pionero centro industrial y la vida de Alberto se crucen.

Renault 12: Máquina de sueños, MiuraMag
Durante cuatro años, Alfredo condujo el Jeep Frontal que se ve en la foto de arriba; sonrisa, sombrero y brazo por la ventanilla.

***

Para Gonzalo, nieto de Alberto, su abuelo fue siempre el motor de la familia. Lo pronuncia sin dudas, serio: “El motor, literal”. Para él, encarna la quintaesencia de la generación que recibió, como unas Tablas de la Ley, el mandato de aquellos inmigrantes que forjaron el país: ante todo trabajar.

Trabajar para salir adelante. Trabajar para tener una vida digna. Trabajar porque nunca se sabe.

Y así fue. Cuando los padres de Gonzalo se separaron, él y su hermano gemelo Elián vivieron unos años con sus abuelos. Tenían diez años y Alberto los llevaba para que lo ayuden en los cafés y clubes donde se desempeñaba como mozo. Allí limpiaban mesas, fajinaban cubiertos, ordenaban sillas.

Concluida cada jornada, recibían unas monedas que invertían en los fichines o en todo caso un helado. Sin saberlo, también se llevaban ese otro capital que es palpar, en primera persona, la causalidad que existe entre esfuerzo y retribución.
“Nos enseñó lo que era la responsabilidad”, reflexiona Gonzalo, treinta años después. De adulto, puso en perspectiva la vida de su abuelo y decidió devolverle algo de todo lo que él les había dado. Ese algo tenía que ser lo que siempre quiso y nunca había podido comprar: un auto. Pero no cualquier auto, sino el de sus sueños. Un Renault 12.

Para lograrlo, aplicó la misma receta que aprendió de su abuelo. Perseverancia, voluntad, trabajo. Ahorró mucho, le pidió $30.000 prestados a su hermano –quien le dijo que si eran para el abuelo no tenía que devolvérselo– y hasta tuvo que vender su moto para juntar los últimos pesos. Bien vale andar un tiempo a pata para cumplirle el sueño al abuelo, pensó Gonzalo.

***

Alberto tiene 76 años. Su relación con los autos se hunde en la adolescencia y la Vuelta de General Pico, aquella carrera de la época de oro del Turismo Carretera, cuando héroes del volante aceleraban salvajemente en rutas abiertas con bólidos que movilizaban a miles de fanáticos.
El primer contacto mano a mano con los fierros fue a los 14 años, cuando empezó a trabajar en una agencia Chevrolet. Lavaba piezas de motor en tambores con soda cáustica. Aprendió lo que era un cigüeñal, un árbol de levas, un casquillo. El romance, no obstante, duró solo hasta los 18 años. Al ser mayor de edad debían pagarle más y decidieron despedirlo.

Más tarde, a los veintipico, despuntó las ganas de manejar como repartidor de Vinos El Nevado, una empresa mendocina que había abierto una sucursal en La Pampa, con sede en General Pico.

Pero su oficio de toda la vida fue el de mozo, tarea que con algunas interrupciones -como ir en camión a buscar fruta a Córdoba y Mendoza- desempeñó durante más de 40 años. Oficio que, pirueta circular de la vida, tuvo su punto de inicio y de finalización en el Café Roma, una confitería hoy desaparecida ubicada en el centro neurálgico de General Pico.

“Mi esquina preferida”, asegura hoy Alberto.

Allí, entre cortados, café con leche y tostados, estaba Alberto en 1970, cuando en la fábrica de la por entonces IKA-Renault en Córdoba, un modelo recién presentado en Europa comenzó a salir de la línea de montaje. Uno cuyo éxito fue inmediato. Tanto, que es difícil encontrar una foto del tránsito de la época sin que haya uno. Era el querido Renault 12.

***

El proyecto original del R12 se remonta a mediados de la década de 1960 en Francia, con la búsqueda de un vehículo simple pero atractivo, con mecánica confiable y buen espacio para los pasajeros y equipaje.

Debutó a nivel mundial en el Salón de París de 1969, y rápidamente adoptó la ciudadanía argentina, que dentro de esta amplia geografía se convirtió en cordobesa. Supo ser deportivo, taxi, ambulancia, patrullero y –en 1973–, familiar (la famosa “Break”).

Pero lo que mejor supo hacer en Argentina fue interpretar las necesidades de una franja de la clase media que buscaba movilidad y confort, en el contexto de los habituales vaivenes económicos del país. Durante veinticuatro años ingresó en miles de familias gracias a las 444.185 unidades fabricadas en Santa Isabel, entre 1970 y 1994.

***

Cincuenta años después de que el R12 comenzara a fabricarse en Argentina, Alberto andaba triste en su Pico natal. En octubre de 2021 había fallecido María Rosa, su esposa, y verlo cabizbajo intensificó el deseo de Gonzalo de cumplirle su sueño, una idea que rondaba desde 2019.
Un R12 era demasiado, pero ¿quién dice qué es demasiado? Un amigo suyo tenía uno, de 1993, de los últimos en fabricarse, pero la respuesta era siempre la misma: “el auto no está a la venta”; “el auto no está a la venta”.

Ya llevaba tres años Alberto manejando sonriente al volante de un 12 en la imaginación del nieto, cuando, finalmente, la oportunidad surgió. En diciembre de 2021 el auto se puso a la venta y Gonzalo tenía prioridad entre los potenciales compradores. Lo que no tenía era el dinero.
El plazo fue de un mes, tiempo durante el cual sumó a su trabajo como administrativo en la municipalidad de Pico el de disk-jockey los fines de semana. Con las restricciones del coronavirus en retirada, la agenda se llenó. De esta forma se actualizaba, cada noche, aquella correlación entre esfuerzo y retribución descubierta treinta años antes, en el Café Roma.

La entrega del auto fue a lo grande, durante los festejos de año nuevo. La música se detuvo, Gonzalo hizo sentar a Alberto y como si dejar 2021 e ingresar a 2022 fuera un movimiento literal, concreto, con ruedas, el R12 avanzó sobre el césped. Lo estacionó frente a Alberto, quien quedó estupefacto.

“Casi me da un paro cardíaco”, contaba después, aunque reconoció que la mayor sorpresa vino al día siguiente, cuando se despertó, levantó de la cama y vio las llaves del auto sobre la mesa. No había sido un sueño, todo había sido real. Tan real como el TS del 93 que estaba estacionado en la puerta de su casa.

Renault 12: Máquina de sueños, MiuraMag

***

La fascinación de Alberto por el Renault 12 tiene fecha: 1985. Además de en el Café Roma, trabajaba los fines de semana como mozo en bailes celebrados en diferentes clubes de Pico, como Ferro Carril Oeste. Uno de sus jefes le prestó su R12 para hacer los mandados y ahí fue cuando lo aceleró por primera vez.

Alberto se enamoró a fuerza de kilómetros en ese auto. La única condición era que el lunes tenía que estar impecable para que su dueño viaje a la costa. “No sé cuántos kilómetros le hacía, nunca tuvo un problema, a mí me enloquecía”, cuenta Alberto, que soñaba: “Yo pensaba que si algún día me podía comprar un auto, iba a ser un Renault 12”.

Pero Argentina y sus crisis. Ayudar a la familia. Nuevos nietos. Los gustos personales podían esperar.

Hubo un momento, a principio de los noventa, cuando el sueño del primer cero kilómetro estuvo más cerca que nunca. Alberto manejaba con un socio el Salón Rojo, un reconocido café de Pico, cuando un amigo que tenía agencia le dejó un Fiat 600 en la puerta. “Qué vas a andar en remís o taxi, tomá, este auto es para vos”, le dijo.

Lo usó durante un año, hasta que el mal manejo del socio fundió el negocio. La persiana del Salón Rojo se bajó, y el motor del 600 se apagó. Decidió devolver el auto. Era tiempo, una vez más, de volver a empezar.

Renault 12: Máquina de sueños, MiuraMag
Nieto y abuelo con Pablo Sibilla, Presidente de Renault Argentina, en la Fabrica de Santa Isabel, donde se fabricó el Renault 12.

***

La historia de Alberto, Gonzalo y el R12 podría haber quedado ahí, circulando en el espiral infinito de las notas periodísticas “emotivas”, de los títulos con gancho, de las redes sociales y los portales de actualidad. Lo que nadie se imaginaba es que iba a llegar hasta el mismísimo presidente de Renault Argentina. Y que algo más iba a pasar.

“Yo estaba de vacaciones, pero leí la historia en el diario y me pareció espectacular. Pensamos que atrás tenía que haber valores muy importantes, y después, cuando los conocimos a ellos, nos dimos cuenta de por qué Gonzalo hizo lo que hizo. Por las virtudes que tiene”, cuenta Pablo Sibilla, Presidente y Director General de Renault Argentina.

Lo primero que hizo la marca fue hacerse cargo de la restauración íntegra del auto de Alberto. Cambio de escape, reemplazo de amortiguadores, reparación de la caja, cambio de paragolpes delantero, colocación de rótulas, bujes y bieletas nuevas, reemplazo de los extremos de dirección y reparación del motor de arranque, entre otros arreglos.

En segundo lugar, bajo la marca Renault Care Service, el auto tiene garantizado el mantenimiento gratis de por vida. Con un plus: el concesionario Manera Pérez de General Pico, donde 15 personas trabajaron en el auto, fue uno de los primeros de la marca en el país y cuenta con un amplio stock de piezas de modelos clásicos.

Por último, como premio al noble gesto de Gonzalo de vender su moto para comprar el auto, Renault le regaló una bicicleta Venzo para que pueda moverse por la ciudad. Además, abuelo y nieto pudieron conocer la planta de Santa Isabel, donde durante 24 años se fabricó el R12. Junto a otros clásicos como los Peugeot 504 y Ford Falcon, es uno de los modelos que más tiempo estuvo en una línea de montaje argentina.

Renault 12: Máquina de sueños, MiuraMag

***

General Pico, el escenario de esta historia, fue fundada en 1905 y es una ciudad tranquila. “Casi como un pueblo”, asegura Alberto. La rodea el horizonte pampeano con sus cultivos de soja, trigo, girasol y maíz, entre otros.

No es difícil imaginar la calma de sus atardeceres, que se mezclan con los recuerdos de Gonzalo cuando se le pregunta por su abuelo. No importa lo que cuente, sus palabras siempre tienen cariño y enseñanzas en partes iguales. Una receta para la vida.

Como cuando de pibe, después de ayudarlo en los bailes nocturnos del club Ferro Carril Oeste, se iban con otros mozos a comer unas pizzas al Café Roma, por entonces abierto las 24 horas. “Siempre fue un hombre laburador, de esa generación que se preocupaba por trabajar, trabajar y trabajar”, sintetiza.

Por eso el regalo, por eso el esfuerzo de conseguir la figurita difícil. Porque a esta altura sabemos que un auto no es solo un auto, y que con un “clásico” en la cochera también llega algo de otro tiempo.

Esa época en la que el auto era un integrante más de la familia, e incluso posaba ante la cámara, en un testimonio que hoy atesoran viejos álbumes de fotos. Cuando era protagonista de anécdotas contadas hasta el infinito en cumpleaños y reuniones: la vez que te dejó tirado, cuando incluso fallaba y no te abandonó en el medio de la nada. Qué fierrazo.

El auto como piedra angular de memorias familiares, acaso el fotograma que venía estando ausente en la película de Alberto y Gonzalo. Pero ahí está el R12 de esta historia para torcer el destino a fuerza de voluntad. Convertido en una máquina de sueños. Pagando la dulce condena de, con cada nuevo kilómetro, crear recuerdos felices entre un nieto y un abuelo.

COMENTARIOS