Una semana de clásicos

Una semana de clásicos

Cuando uno ve la cantidad de camiones que se juntan en el enorme playón del centro ecuestre de Pebble Beach entiende la energía que está involucrada para que todo lo que sucede en esa semana resulte de la manera que resulta. Para quienes tenemos la enorme bendición de haber encontrado nuestra pasión, estar en Monterey durante esa semana mágica de agosto es algo verdaderamente muy especial. Es sentirse parte de algo, una superestructura que va más allá de los gustos por los autos americanos o italianos; o por lo nuevo o lo clásico; o por lo original o lo restaurado. Es la “pasión por el automóvil” compartida directa o indirectamente con miles de personas.

La relación cantidad de autos-inversión es inmejorable. Para quien tiene la suerte de hacer un viaje por gusto, sea anualmente o juntando peso sobre peso para comprar dólar sobre dólar para poder viajar, como fue en mis primeras ediciones; Monterey devuelve mango por mango lo invertido en forma de placer, excitación, emoción, aprendizaje y sobre todo diversión.

El último evento de la semana es el Pebble Beach Concours d’Elegance que se hace el domingo, de algún modo el plato fuerte; y el primero de este viaje fue el martes, más precisamente en el aeropuerto de San Francisco. Llegamos con Nico, joven compañero de viaje y vaya a saber con qué truco suyo sin que me diera cuenta el auto que habíamos alquilado se había transformado en un BMW 430 Cabrio. Enfilamos sin techo al sur para la primera escala, el Concours on the Avenue en Carmel. Como lo dice su nombre, es un concurso de elegancia, o más que nada una reunión de autos en la calle, en el centro de Carmel, una especie de Cariló californiano. Dentro de los eventos más “Top” este es verdaderamente ecléctico, uno puede encontrarse al vendedor Copley con una Ferrari 375 Plus y una 750 Monza que hacía varios años que no veían la luz, y a Ruf con un Yellowbird, por ejemplo. De lo más lindo de ese evento: el aire libre, caminar por la calle, un Alfa Romeo 1900 coupé carrozado por Zagato y la breve charla con el dueño de una Toyota 2000GT que compró hace 40 años. Terminada la recorrida en Carmel y sin pasar todavía por el hotel y a unas 30 horas de haber dejado el hogar nos picaba el bicho de ver más autos. Enfilamos hacia Pebble Beach con la esperanza de alguna sorpresa, y así sucedió. De camino al Lodge está el vendedor Andy Cohen que por segundo año consecutivo alquiló una casa y le llenó el patio de autos en venta: Ferrari nuevas y viejas, Mercedes-Benz, una VW Combi y un McLaren P1. Saludamos, fotos y a la siguiente escala.

Automobilia Expo es uno de los mejores eventos para los coleccionistas de memorabilia, para los que buscan algún libro raro y los amantes de los autos a escala y el fuerte del evento, los posters. Tony Singer, organizador de esta reunión en un salón del hotel Embassy Suites es marchand hace muchos años y tiene piezas únicas y casi imposibles de encontrar. Ya caía el sol y nos faltaba la última parada del día, colarnos antes de la apertura al público al armado de la subasta que iba a tener la estrella de las ventas: la Ferrari 250 GTO ’62 recarrozada en época como ’64. RM Sotheby’s ofreció 150 lotes de los cuales vendió 125 por un total de casi 158 M de dólares, marcando el récord mundial para un auto vendido en subasta con 48,4 M de dólares reportados por la 250 GTO. Todos estos números marean, pero no tanto como el salón donde se exhibían los autos que tenían para ventas privadas. Ahí pudimos ver en detalle la Ferrari 250/275P ganadora de las 24 Horas de Le Mans en 1964, un McLaren F1 y un Alfa Romeo 8C 2300 carrozado por Touring en 1933 con un grado de originalidad excepcional, entre otras cosas. Mientras los autos de la subasta se vendieron bien, diferente fue la suerte que corrieron los autos en venta privada ya que no vendieron ninguno. En RM se rascaban la cabeza tratando de entender por qué el éxito de la subasta y el fracaso de la venta privada, y somos varios los que coincidimos en pensar que la razón es evidente. Cuando se ofrecen autos de semejante peso histórico y valor, los potenciales compradores no quieren verlos expuestos y ofrecidos a todo el mundo, sino que prefieren un trato personal, directo, y sobre todo único y secreto. Veremos si en el futuro ajustan esta modalidad de venta o siguen insistiendo con los reflectores y la publicidad.

El miércoles arrancó con la visita al armado de la subasta de Mecum, totalmente diferente a RM. Basados en la cantidad y no tanto en la calidad, vendieron 394 autos por un total reportado de 47 millones de dólares. Entre los destacados había una carpa con los hypercars del momento: Veyron, Enzo, LaFerrari, Ford GT y otras cosas, pero el grueso y la diversión estaban afuera. Al aire libre, en el pasto de una cancha de golf, sin que nadie dijera nada los pocos visitantes que estábamos ahí podíamos acceder a los autos, tocarlos, abrirlos, sentarnos en ellos y hasta fantasear con poner en marcha una Ferrari Daytona y salir andando. Pero no. Nuestra estrella de la subasta era un Porsche 959 gris plata chocado, imposible siquiera fantasear con llevárselo andando.
Como el miércoles no tiene eventos importantes nos fuimos a visitar a los amigos de Bonhams, otra de las casas de subastas para ver lo que se vendería el viernes.

Del lado de afuera y a modo de recepción se podía ver una hermosa Lancia Delta S4 Stradale en rojo casi nueva, y al lado una Delta edición limitada Martini. Adentro un auto del que vimos varios ejemplares durante la semana, estáticos y en movimiento y que debo decir que me gustó, la Bugatti Chiron. Más allá de ser un monstruo de la ingeniería con 1500 HP y un alarde de tecnología delirante, sorprende porque en definitiva es un auto que anda por la calle, frena en los semáforos y también se estaciona.

Estábamos en el Quail y ahí mismo Porsche había armado su Zentrum para festejar los 70 años de la marca. Afuera varios autos de competición y adentro algunos clásicos y un 917 Martini racing hipnótico. Todavía no era mediodía y ya habíamos visto varios centenares de autos.

El solo hecho de agarrar el auto y pasear por Monterey, ir de Pebble Beach a Carmel y vuelta puede deparar todo tipo de sorpresas. Un McLaren Senna por la autopista, Ferraris y Lamborghinis de todos los colores o Porsche 911 Turbo como si se tratara de un VW Gol.

A la tarde el cocktail de Gordon McCall en el aeropuerto para aviones privados de Monterey es algo para no perderse. La fórmula es simple, autos, aviones, paella, vino y mucha gente a la que poco le interesan los autos ,pero que va a morfar y chupar entre amigos. No era el caso nuestro con Nico, quien aprovechó un momento particular para ligarse un autógrafo. El Sr. McCall, además de buen anfitrión, tiene un profundo sentimiento estadounidense por lo que promediando el evento, con todos de pie y en silencio suena el himno. Nico aprovechó la situación, se acercó sigilosamente a su ídolo de la niñez Mika Häkkinen y en inglés le dijo al oído: “Mika, yo soy argentino, ni a vos ni a mi nos significa nada este momento, ¿me firmás un autógrafo ahora?” A lo que el finlandés sonrió y accedió con humor. Lo mejor del evento fue la colección de Lancia Martini de rally de John Campion que incluía una 037, una Delta S4 y una Delta Gr. A, además de una LC1 y una LC2; poder ver de cerca y mano a mano un McLaren Senna y la posibilidad de subir a un Gulfstream G500 y descansar un ratito en una de sus butacas.

Los jueves arrancan temprano porque es el Pebble Beach Tour d’Elegance, un paseo que va desde el centro de equitación de Pebble Beach hasta el centro de Carmel, donde termina en un almuerzo para los participantes en una plaza vestida para la ocasión. Es otro momento único porque se pueden ver muchos de los autos que el domingo formarán parte del concurso, pero en movimiento y además porque siempre hay sorpresas. La lista de inscriptos se conoce recién esa mañana y todos los años aparecen autos que estuvieron guardados por años, o restauraciones recientes que vienen a mostrar sus brillos a California. Desde un Alfa Romeo 8C 2900B Touring de 1937, pasando por una Dino 206SP de 1960, hasta una clase especial para autos del gobierno Indio bajo ocupación británica. Un par de horitas y los autos partieron así que era tiempo de caminar unos pasos y entrar a ver los autos de la subasta más chic, la de Gooding & Co. La casa de subastas californiana es básicamente una empresa de dos personas: David Gooding hombre orquesta que conoce a todos los clientes y es siempre simpático a la hora de recibir posibles compradores, y su martillero el mítico inglés Charlie Ross, un verdadero showman. En la entrada estaba una de las Ferrari azules más lindas que hay, la 500 Mondial del Almirante Robert Phillips, que la compró en junio de 1960 cuando era un joven marino pero recientemente consideró que era momento de dejarla ir. Adentro había de todo también, autos modernos como una Bugatti Veyron o una T51 de preguerra. Pero la gran sorpresa de las subastas fue el Duesemberg SSJ carrozado por LaGrande de 1935 que fuera de Clark Gable y hasta agosto propiedad del coleccionista Miles Collier, quien lleva adelante el Revs Institute en Collier County, Florida. El valor estimado en la previa decía, por arriba de 10 millones de dólares, pero le erraron por mucho. Terminó martillándose en 22 millones para asombro de todos los presentes incluidos los mismos Gooding y Ross.

Los autos quietos son lindos, pero en movimiento son hermosos. Terminada la recorrida de un par de horas por los autos de la subasta, nos calzamos los cortos, nos pusimos protector solar y encaramos hacia Laguna Seca, uno de los autódromos más lindos que hay para ver carreras; al estar construido sobre la ladera de la montaña y sobre el valle tiene muchos puntos donde ver los autos, sobre todo desde la tribuna de la recta desde donde se ve más de la mitad del trazado. Es imposible describir con precisión la sensación de recorrer los boxes y ver los autos que a todos nos gustan siendo preparados para las carreras. No solo capots abiertos sino en algunos casos toda la carrocería afuera y a la vista las entrañas mismas de un Brabham BT44, por ejemplo. Las carreras están divididas por época y duran entre 15 y 20 vueltas, suficientes para que los pilotos se saquen el gusto, y en algunos casos chispas y que el público disfrute. Además de la pista y los boxes, en la parte de atrás del circuito hay una serie de stands donde comprar automobilia y donde también pudimos probar la nueva Range Rover en un recorrido off road. Mucho sol, más de 10 km caminados y era hora de parar por algo fresco de camino a la segunda visita a RM para ver los autos que faltaban, que todavía eran unos cuantos. El día parecía haber terminado temprano pero pasó lo que suele pasar, apareció una invitación para ir a la recepción de Singer, el tunero de Porsche 911 con sede en Los Ángeles, California. Cambiamos el atuendo de modo pista a modo cocktail y nos dirigimos a una casa acondicionada para la ocasión. Tragos, comida en bandejas y una docena de Singers esparcidos por el jardín, la pileta y el estacionamiento con una estrella, en presentación exclusiva el Singer DLS desarrollado en conjunto con Williams Advanced Engineering. Como todos los Singer, de lejos luce como un 911, pero de cerca no tiene nada en común arrancando por el chasis en fibra de carbono. No sabemos cuántos cheques se firmaron esa noche pero, seguro más de un par. Whisky, bocaditos, fotos, charla y a la cucha.

El viernes tiene un evento grande: The Quail, a Motorsports Gathering, o sea, el encuentro de autos en el Quail que es un verde de golf lleno de tremendos fierros y puestos de comida para servirse a la pasada y de manera libre. Todo muy top porque organiza el dueño de una cadena de hoteles de lujo. Es probablemente el evento con más variedad de autos, el dueño de casa llevó su Ferrari 250 TR ganadora de las 24 Horas de Le Mans de 1958, Bugatti presentó su juguete extremo al que llamó Divo, McLaren un Senna configurado por MSO (McLaren Special Operations), de nuevo el Singer DLS, Porsche con su Mission E, Lamborghini con toda su gama al igual que Bentley y Maserati y muchos autos de carrera de todas las épocas. Lo mejor del evento es que se pueden ver autos en detalle, disfrutar de excelente gastronomía y sobre todo es ideal para tirarse en el pasto a tomar un heladito y ver pasar la tarde. El viernes arrancaba la acción en las subastas así que pasamos por Gooding y en la puerta nos encontramos con un cartel muy especial que decía: “Reserved Parking, Series I GTO”. Y ahí estaba la Ferrari 250 GTO de David MacNeil, el fabricante de las alfombritas de goma Weather Tech. Un poco de acción, ventas, americanos que aplauden los números redondos cuando llegan a millones, cafecito de cortesía y la jornada se fue yendo.

Antes de ir a la visita obligada del sábado a Laguna Seca hicimos una pasada mañanera bien temprano por Concorso Italiano. Este evento, que tuvo su primera edición en 1985, es una reunión para casi un millar de vehículos italianos. Es típico por sus filas casi interminables de ejemplares del mismo modelo que pueden ser Alfa Romeo Giulietta o Lamborghini Murcielago. Entre las Ferrari de los ’60, los autos más atractivos del evento para mi gusto, había una 275 GTB/4 de 1967 en estado muy original, en algunos puntos hasta descuidada, con su dueño por los últimos 40 años custodiándola a un lado. Un par de horas fueron suficientes y ya la bruma matinal se estaba despejando así que esa era la señal de “aura” para poner proa hacia el circuito.
Los autos ya los habíamos visto el jueves así que nos subimos a un carrito eléctrico y nos fuimos con Nico y dos amigos directo al “corkscrew”, una de las curvas más famosas del deporte motor.
Desde allí vimos un rato de carreras con una cerveza fría y bajamos nuevamente a la recta principal para ver un rato más desde la tribuna. Con el descenso del sol cambiamos cortos por largos y antes de terminar el día pasamos a ver un rato de subastas en Gooding y luego en RM, como para ver algunos autos más antes de dormir, por si no había sido suficiente durante el día.

El domingo es el gran día porque es el concurso en Pebble Beach y porque además es el último entonces hay que aprovecharlo desde temprano, o sea arriba de noche para llegar al hoyo 18 para lo que ya se instauró como un evento adentro del evento, el Dawn Patrol. Con ese nombre raro los organizadores llaman a la llegada de los autos y al armado de las clases, acomodando a los participantes uno al lado del otro desde las 6 de la mañana. Los fotógrafos están en la suya con la salida del sol que por esa época del año es gris, plomizo, bien parejo y como si la luz lloviera, perfecto para retratar a los autos en lento movimiento. Las puertas al público abren a las 10 pero desde las 8 ya es un mar de gente que de alguna manera u otra se agenció de un pase de prensa, VIP o invitado. Ahí estuvimos nosotros viendo la perfecta organización que hace que en unas pocas horas los cientos de autos participantes estén perfectamente ubicados a la espera de la llegada de los jueces que evaluarán cada detalle de originalidad, restauración y relevancia histórica en cada auto.

La clase que más gente atrae es siempre la M2 dedicada a las Ferrari de competición que este año tenía a un par de 250 TR, una 500 TR con pontones laterales, una 250 MM berlinetta y otra spider, y una 410S enorme carrozada por Scaglietti, por nombrar algunas. En la clase M1 para Ferrari de calle se destacó un auto que no es muy de calle, la Pininfarina Modulo creada por Paolo Martin usando de base una 512S, ahora en perfecto estado de funcionamiento luego de que el carrocero turinés la vendiera a un coleccionista de Nueva York. El Best of Show fue para el best of the show, sin ninguna duda, el auto más impactante no solo de Pebble Beach sino de toda la semana, el Alfa Romeo 8C 2900B Touring Berlinetta, uno de cuatro construidos y similar al que viviera en Argentina hasta los años ‘80. Hace muchos años que dejé de lado las discusiones sobre la justicia o injusticia de estos premios y me dediqué a disfrutar de los autos, pero en este caso –nobleza obliga– era muy difícil equivocarse. Por diseño, ingeniería, pedigree y sobre todo belleza, este Alfa es de lo mejor que le sucedió a la historia del automóvil.

La semana había terminado pero por si me agarraba el bajón me puse un plan para el lunes, totalmente a propósito así que con lo que quedaba de energía y un rato antes de encarar para el aeropuerto de San Francisco hice una pasada por un taller de restauración a ver cómo vienen los trabajos en un auto que quiero mucho desde hace muchos años. El trabajo que están haciendo está a la altura de la importancia del auto. Pronto el Alfa Romeo 6C 1750 GS Zagato spider que corrió alguna vez la Mille Miglia en los ’30 estará paseándose por California junto a otras máquinas de época.

Ahora queda ordenar las 6300 fotos que saqué y esperar a agosto de 2019. Cada vez falta menos.

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