«Peak Autos»: Parece que no tan rápido

«Peak Autos»: Parece que no tan rápido

Vehículos sin nadie al volante que se frenan varios minutos en una esquina sin saber qué hacer, conductores furiosos, peatones que los consideran un peligro y un enojo generalizado. Así reaccionaron los habitantes de Chandler, Arizona, en el último año ante la introducción de autos sin conductor por parte de la empresa Waymo (del conglomerado Alphabet-Google).

Es sólo uno de los reportes negativos que vienen apareciendo en 2018 sobre el “transporte del futuro”, que se suman a otros como la postergación (sin fecha definida) por parte de Tesla de un viaje de costa a costa de Estados Unidos con un vehículo sin un humano al volante. Y que están llevando a los tecnólogos y expertos en el tema a “recalcular” la línea de tiempo de despliegue de las nuevas tecnologías de movilidad.

Cuando se habla de futuro del trasporte surgen tres motores, interconectados, que moldearán la nueva revolución en el negocio: los ya mencionados vehículos automanejados, la masificación de la modalidad de compartir autos (vía apps) y el reemplazo de los hidrocarburos por electricidad como principal combustible. Con estas tres fuerzas, muchos analistas venían anticipando un fenómeno que se bautizó como “Peak Car” (cenit para los autos), un momento –en un futuro cercano– donde el tamaño del parque automotor mundial va a dejar de crecer por primera vez en la historia, a estacionarse en una meseta para luego empezar a declinar suavemente.

Por distintos motivos, hoy esta agenda de cambios “exponencial”, a la Singularity –la Universidad de la Costa Oeste de Estados Unidos que postula que la tecnología resolverá todos los problemas de la humanidad–, es puesta en duda. Para empezar, las modalidades de “sharing”, que implicarán un abaratamiento fenomenal de los costos de andar en auto, podrán traer una disrupción en el modelo de propiedad al que estamos acostumbrados, pero lo más probable es que –por esta baja dramática de costos– lleven a un equilibrio de mercado con más autos de los que hay ahora. Es más: muchos de los viajes cortos que hoy se hacen en avión se optarán por realizar por tierra si el precio es menor, cuando se computa el tiempo de espera en los aeropuertos. Esta es una especulación especialmente válida para Europa, donde las distancias entre grandes ciudades son cortas y las autopistas están muy desarrolladas.

Entibiamiento tecno-optimista

Con la inteligencia artificial está ocurriendo un “entibiamiento” similar, a tal punto que hay especialistas que ya hablan de un nuevo “invierno” en esta tecnología exponencial. Media docena de especialistas en esta área (como Gary Marcus, Yann LeCun, de Facebook; Filip Piekniewski, Geoffrey Hinton; y en la Argentina Andrei Vazhnov y Marcelo Rinesi, entre otros) comenzaron a advertir sobre promesas exageradas y riesgos de burbuja en el sector. Si esta visión es correcta, hay que hacer un reajuste en varias avenidas del “futuro cercano”. Por ejemplo, el despliegue de los vehículos sin un conductor humano será mucho más lento que el esperado, entre otros reseteos.

«Peak Autos»: Parece que no tan rápido, MiuraMag
El famoso diagrama de Gartner que se aplica a las tecnologías disruptivas. Muestra la curva de expectativas (eje Y) en relación al tiempo y la real productividad (eje X). Es interesante observar el punto en el que se encuentra el manejo autónomo a julio de 2018.

Piekniewski detectó por caso que la cantidad de tuits de Andrew Ng (un rockstar super-optimista en este terreno) pasó de 0,668 en 2017 a 0,263 este año. En buena medida porque sus seguidores le empezaron a pasar factura por algunas proyecciones erradas: en base al resultado de un estudio de análisis automatizado de imágenes de rayos X para diagnosticar neumonía, Ng predijo una cercana obsolescencia de esta profesión (en humanos). A posteriori, los datos se demostraron erróneos y la demanda de radiólogos no para de crecer, en parte porque las nuevas tecnologías requieren nuevos profesionales que las complementen. El otro flanco donde el investigador polaco ve grietas es en el de los vehículos automanejados, donde empresas como Tesla o Nvidia están moviendo sus cronogramas.

“Estoy de acuerdo con este nuevo tono de cautela”, dice Vazhnov, un tecnólogo nacido en Siberia, Rusia, que reside entre Buenos Aires y Montevideo y da clases en el Instituto Baikal, y con quien escribimos juntos el libro Modo Esponja (Sudamericana, 2017).

Rinesi apunta también que las dificultades en el tema de vehículos sin conductor son ciertas, pero que tienen que ver menos con las limitaciones intrínsecas de la tecnología que con las demandas a veces irracionales del modelo de negocios de Silicon Valley. “Que no se pueda hacer en cinco años, antes de que los inversores pierdan la confianza en vos, no es lo mismo que ‘no se puede hacer’. Algunas cosas son legítimamente complicadas, especialmente cuando las fallas ponen en riesgo vidas humanas”.

Una revolución en varios frentes

Esta “tercera posición” (ni el optimismo de Singularity ni el panorama negro de los tecno-escépticos) se puede advertir también el discurso de algunos expertos en energía cuya opinión viene ganando protagonismo.

Vaclav Smil, un académico checo de 74 años que vive actualmente en Winnipeg, Canadá, se está convirtiendo en una de las voces más respetadas en la discusión por el futuro de la energía. En parte gracias a que consolidó un entorno de fanáticos de peso, que incluyen al fundador y dueño de Microsoft, Bill Gates, quien asegura que espera el nuevo libro de Smil con la ansiedad con la que otros aguardan la próxima película de la saga Star Wars. Pero lo que mejor explica su fama creciente es algo más simple: Smil la viene pegando en sus pronósticos, en un terreno híper volátil y resbaladizo como lo es el negocio de los hidrocarburos y otras formas de energía. Smil sostiene una tercera posición: reconoce (no niega) el deterioro ambiental, pero desconfía de los saltos exponenciales en energías no tradicionales.

El académico checo cree que hay dificultades sistémicas para la masificación de vías alternativas que muchas veces se promueven como salvavidas: energía solar, eólica, nuclear, autos eléctricos, granjas verticales en las ciudades, sustitutos vegetales de la carne, etc. En ninguno ve una dinámica como la de la Ley de Moore en computación: el 90% de los 18 terawatts que de energía primaria que hoy consume por año la tierra para generar un PBI global de 100 billones de dólares viene de fuentes tradicionales, y la matriz tardará en cambiar más de lo que los tecno-optimistas estiman. El cambio del motor de combustión que se alimenta con hidrocarburos por uno eléctrico puede tardar más de una década en empezar a masificarse. ¿Colapsarán en algún momento los biocombustibles?, le preguntó al pensador checo la revista Science: “Todo el tiempo estamos colapsando. Y todo el tiempo estamos arreglando”.

Menos ansiedad y más cautela

Más allá de este reseteo en el cronograma de despliegue de las nuevas tecnologías, donde sí comienza a haber más conciencia sobre el nivel de disrupción, es en la idea de que el futuro de la movilidad implicará muchos más cambios que los que tienen que ver con nuevos vehículos. Así como en su momento la masificación de automóviles dio forma a las ciudades modernas, a la vida en suburbios, a los esquemas de producción, etc.; hay infinitas “carambolas a varias bandas” de transformación que van mucho más allá del trasporte.

«Peak Autos»: Parece que no tan rápido, MiuraMag
Una de las ideas optimistas acerca del futuro de la movilidad, materializada en el reciente Volvo 360c Concept, totalmente autónomo y con comodidades que rivalizan con las de primera clase en un avión. Tal vez esa idea idílica tarde bastante más en materializarse que lo que se estimaba hasta no hace mucho tiempo.

En su último libro, Robert Gordon, un economista de North-western University que es muy crítico con el impacto real de las nuevas tecnologías (fundamentalmente con Internet)  sostiene que los avances verdaderamente trasnformacionales (aquellos que modifican en forma sustancial nuestra vida cotidiana, nuestra manera de trabajar, etc.) históricamente tuvieron que ver con movimientos de placas tectónicas en materia de infraestructura. En otras palabras, la extensión de redes cloacales, tendidos eléctricos y en su momento la difusión del automóvil, que conectó ciudades y regiones que hasta entonces estaban aisladas. (Y que provocó, cuenta Gordon, resultados contraintuitivos como un récord de venta de caballos: eran necesarios para completar la “última milla”, donde los primeros autos no podían transitar).

Siguiendo esta línea de razonamiento, los vehículos automanejados, eléctricos o compartidos tal vez tarden algo más en llegar, pero cuando lo hagan y alcancen su “tipping point” (punto de aceleración) los cambios que traerán en cascada serán enormes. Como suele decir Bill Gates, el fundador y dueño de la mayoría accionaria de Microsoft: “Tendemos a sobre estimar el nivel de cambio a un año, y a subestimarlo a diez años”. Menos ansiedad y más cautela, pero también más flexibilidad y visión estratégica que nunca.

COMENTARIOS