Crónica de viaje: Sahara Nights

Crónica de viaje: Sahara Nights

El finlandés Ari Vatanen ganó cuatro veces el Rally París-Dakar y, sobre el final de su carrera profesional, le concedió una entrevista al periodista español Juan Porcar, de la recordada revista Sólo Auto 4×4. Porcar también había corrido el Dakar un par de veces y llevaba el desierto africano en las venas. Eso se notaba en cada texto que escribía sobre sus aventuras en las dunas del Sahara. Entonces, como si conversara con un hermano de las arenas, Porcar se animó a hacerle una última pregunta a Vatanen, antes de su retiro: “Muchos pilotos afirman que África cambió sus vidas para siempre. Hablan de experiencias espirituales y filosóficas, que trascienden la simple competencia de motores, ¿a usted le ocurrió algo similar?”

La respuesta de Vatanen fue cortante: “Es posible. Pero prefiero no hablar sobre ello. Es un tema muy personal. Disculpe, pero no voy a responder”.

Tenía poco más de 13 años cuando leí esa entrevista y siempre me desconcertó la frase del finlandés. Ari podría haber soltado una respuesta diplomática y zafar de la situación. ¿Qué le había pasado durante sus años de piloto en África, para reaccionar de esa manera tan seca, casi descortés?

Hace un par de meses tuve la oportunidad de manejar por los mismos caminos del viejo París-Dakar. Viajé con Nissan a Marruecos, para participar de una travesía por las dunas del Sahara Occidental. También recorrimos los caminos de cornisa del Monte Atlas.

La marca japonesa puso a disposición de varios medios internacionales, entre los que estaba MiuraMag, su gama de vehículos todo terreno más rústicos: aquellos que todavía conservan un chasis de largueros. Los que no sucumbieron a la más confortable –y muchas veces económica– carrocería autoportante. Me refiero a los Patrol, Terra, Navara/Frontier y Titan. Vehículos de batalla, con doble tracción y reductora. Con más o menos potencia, pero capaces de llevarte hasta las playas de Senegal, con la misma soltura del Falcon de tu viejo, cuando te llevaba hasta las playas de Mar del Plata.

África es un continente que te sacude con una bofetada desde el momento en que ponés un pie en tierra. La cuna de la Humanidad no puede ser tan diferente al resto del planeta. Te parece un territorio precario y atrasado, hasta que comprendés que África no sólo es pobre: es el último rincón del planeta que conserva la naturaleza más avasallante y las tradiciones más ancestrales. Un viaje en el tiempo, donde a cada instante tenés que eludir el cliché fácil de la mirada del turista de paso, para intentar comprender en profundidad la visión del mundo que tienen sus habitantes.
Así, empiezo a comprender al viejo piloto finlandés.

“El Patrol fue el primer auto que vi en mi vida”, me dice Naseem, un vendedor de artesanías al pie de la Piedra Redonda, una formación geológica con perfil de plato volador rocoso, en el medio de una planicie de tierra naranja. “El Dakar era nuestra gran fiesta de todos los años. Sabíamos que los europeos llegaban a Marruecos buscando una aventura y nos divertía verlos envueltos en problemas, encajados en las trampas de arena que acá todos conocemos desde que nacemos”.

Naseem es musulmán, vive en la puerta del desierto y estoy seguro de que consume apenas el uno por ciento del agua potable que yo derrocho todos los días en mi casa. Pero nos ponemos a hablar de autos, como si fuéramos vecinos de toda la vida.

El tipo sabe de sistemas de doble tracción, de turbos, de cajas reductoras y hasta de neumáticos. Sabe que, para atravesar el desierto, no hace falta gran potencia ni ruedas enormes: “Sólo un poco de destrezzza”. Naseem arrastra la zeta de esta última palabra, para dejar en claro que su hábil castellano proviene de la Península Ibérica.

El Dakar hace tiempo que ya no corre por estos caminos. Naseem sabe muy bien dónde queda mi linda Argentina, porque ahora sigue el rally por televisión, desde que la competencia se refugió en Sudamérica, tras las amenazas terroristas de Al-Qaeda.

Los visitantes que hoy recibe Marruecos ya no son pilotos. En su mayoría, son turistas europeos, cultores del glamping. Es una modalidad que combina la naturaleza del camping, pero con ciertas condiciones básicas de confort y “glamour”. Los gringos duermen en carpas con wifi y heladerita. Hacen running por las dunas al amanecer y paseos en camello a la hora del ocaso.

No me puedo quejar: al término de cada jornada de manejo, a nosotros también nos agasajan con banquetes pantagruélicos, en carpas con mesas bajitas y alfombras de colores. No faltan los dátiles, el más dulce cuscús y las perdices asadas. El amable vino tinto marroquí es una sorpresa inesperada, que me llevo grabada en el paladar.

El contacto directo con la gente local es siempre por intermedio de varones. En toda mi estadía en Marruecos no intercambié una palabra –ni siquiera pude mirar a los ojos– a una mujer. La burka es una tradición que, como invitado, debo aceptar. Pero no deja de inquietarme lo que simboliza ese trozo de tela que, que desde hace milenios, se interpone sobre una mirada femenina de buena parte del planeta.

Siempre idolatré a Ari Vatanen por su talento al volante. Nunca pensé que lo iba admirar por su manejo de los silencios más oportunos.

Sin embargo, los autos no se manchan. Los V8 de las Titan y Patrol, y los biturbodiésel de las Frontier y Terra son apenas una muestra del genio humano, que germinó hace milenios en África.

Estas máquinas representan el invento que más adoro de nuestra especie. Aunque nunca los aprecio como un fin en sí mismos.

Los autos, sobre todo los que te permiten explorar nuevos caminos, son el medio más fabuloso para descubrir la diversidad de nuestro planeta. Manejar es un antídoto contra prejuicios y una invitación a reflexionar sobre la vida que nos tocó en suerte.

“Un off-road espiritual”, diría Juan Porcar.
“Es un tema muy personal, disculpe”, acotaría Vatanen.

Crónica de viaje: Sahara Nights, MiuraMag

Nissan Patrol
El todo terreno más clásico de Nissan. Representa casi 70 años de experiencia de la marca en off-road. Nació para patrullar zonas difíciles (de ahí su nombre), corrió en el Rally París-Dakar y hoy es el Rolls-Royce del desierto: un vehículo lujoso, para siete pasajeros, con detalles en cuero y madera natural, que es capaz de cruzar el Sahara como si fuera una alfombra voladora. No es magia: tiene un V8 y el mejor sistema de doble tracción de Nissan.

Nissan Navara/Frontier
En algunos mercados le dicen Navara a la Frontier, la pick-up que Nissan ya produce en Argentina. Para la travesía por el Sahara, la marca japonesa llevó la versión AT32, una preparación extrema para off-road, desarrollada por los especialistas islandeses de Arctic Trucks. Tenía bloqueo de diferenciales delantero y trasero (toda una rareza en este segmento), esnórquel, neumáticos con taco y varios accesorios más. Motor: el conocido 2.3 biturbodiésel con 190 CV.

Nissan Terra
Es la SUV basada en las Navara/Frontier. Fue desarrollada, en un principio, sólo para China y el Sudeste Asiático. Pero, si las condiciones de mercado lo permiten, podría llegar a fabricarse también en Argentina. Tiene la misma mecánica y el mismo chasis de largueros de la pick-up, pero cuenta con una cabina con tres filas de asientos, para siete pasajeros. La suspensión fue puesta a punto a para ofrecer un confort de marcha más urbano, pero conserva la reductora y la doble tracción.

Nissan Titan
Es la pick-up full-size de Nissan. Se comercializa sólo en los Estados Unidos y Canadá, pero todos queremos una en la puerta de nuestras casas. Una bestia V8 de más de cinco metros de largo, con capacidad para remolcar un par de pirámides a lo largo del desierto. Tiene 390 caballos de potencia y 534 Nm de torque. Nissan, el fabricante del discreto, eléctrico y silencioso Leaf, demuestra con la Titan que en el mundo todavía hay lugar para un buen V8.

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