LOS 10 AUTOS DE PAULA COLOMBINI

Era el auto de mi Papá y con él aprendí a manejar. Me acuerdo de todas sus indicaciones: “siempre las dos manos en el volante”, “sacá el pie del embrague despacito”, y todo eso. Pero sobre todo de un consejo que ahora, con los años, me sirve para todos los órdenes de la vida: “vos manejá por tu carril y nadie va a ocupar tu espacio”. Ahora justamente le estoy enseñando a manejar a mi hija, así que el recuerdo está más vivo que nunca.

Bueno, en realidad puedo decir que el auto con el que aprendí a manejar en serio fue el Fiat 147 que tenía mi primer marido en ese momento, porque es el primero con el que salí sola a la calle. No tengo mucho más que decir sobre ese auto. (Risas)

Viví varios años fuera de la Argentina, en Nueva York, y a mi vuelta finalmente me compré mi primer auto “propio”. La marca me la dio durante un tiempo por un acuerdo de imagen y me gustó tanto que la termine comprando (a muy buen precio, claro). Era divina, automática, tenía detalles de madera, full-full. La usé un montón, la llevé al campo, a la playa… era muy canchera y le saqué mucho el jugo.

Más o menos en la misma época de la Gran Cherokee me gané un auto en el programa Sábado Bus, con aquello de embocar el corchito en un vaso. Era una Peugeot 206 rural, importada de Francia, divina. La usé bastante hasta que me fui a vivir de nuevo afuera y por eso la vendí.

Es un auto que me quedó marcado. Estaba re de moda allá por fines de los ’80 y ya tenía la plata como para comprármelo porque estaba trabajando bien. Yo vivía en Floresta y me la pasaba tomando bondis, así que coqueteé con la idea del auto y el Uno me encantaba. Pero al final decidí comprarme un departamento.

Me la compré cuando estuve viviendo en Miami. Tenía menos onda que un renglón, pero era súper funcional, con unas puertas laterales enormes que eran ideales para cuando ya sos mamá. Pero ojo, también la usaba mucho para salir con mis amigos allá, porque era enorme y entraba un montón de gente. Terminó siendo un auto muy divertido.

Lo amo. Es el auto que tengo desde 2009 y todavía sigue siendo mi medio de locomoción. No es muy lindo (el que vino después era mucho más atractivo), pero es indestructible, el mejor auto que tuve en mi vida. Parece chico de afuera pero por dentro es enorme. ¡Tiene 350.000 km y el mecánico me sigue diciendo que está bárbaro! Ya está un poco viejito y debería cambiarlo, pero me quedaría con él para siempre. Y solo lo cambiaría por otro Honda Fit. Bueno, también me gustaría un auto híbrido porque estoy muy ecologista últimamente.

Creo que es el auto más lindo que manejé. Un ex novio estaba por cambiar el auto (creo que tenía un Mercedes) y le prestaron en Jaguar para que lo pruebe. Lo manejé por Panamericana y fue espectacular. A ese novio le gustaban mucho los autos, así que también pude manejar una Range Rover Evoque y algunos otros que no me acuerdo.

Fue el auto que más me divirtió manejar. Esta era de otro ex que tenía un campo y la verdad es que en ese contexto la camioneta es genial. Me gusta que el auto vibre, que el andar sea un poco tosco, que se sienta el terreno por el que pasás. Con esa Ranger tuve una anécdota no muy feliz. Iba manejando con mi nena atrás y me di vuelta un segundo para atenderla con muy mala suerte para un Renault Clio muy coqueto que iba adelante mío que terminó con toda la cola abollada. Mi choque fue a 20, pero me hizo tomar mucha conciencia de lo importante que es nunca distraerse cuando uno está al volante.

Si no tuviese límite de presupuesto y pudiese elegir el auto que quiera para darme un capricho, elegiría el BMW más deportivo que haya en el mercado, blanco, con el tapizado crema y de 4 puertas. Me encanta ver cuando alguien tiene un auto como esos, así que… ¿por qué yo no podría tener uno?