La Gran Carrera en Miniatura

La Gran Carrera en Miniatura

El de Ambrosio es un taller hecho y derecho. Hay metales, herramientas, ruedas, repuestos, bancos de trabajo, carrocerías, chasis; solo que diminutos. En escala 1/43, para ser más precisos. Y está en el tercer piso de un departamento de Almagro, en el medio exacto de la ciudad de Buenos Aires. Con la habilidad de un cirujano, este hombre crea exquisitas réplicas surgidas de una historia en blanco y negro.

¿Cómo empezó tu historia con los autos de carrera?

Yo nací en el ‘56. De chiquito, mi papá me cargaba en los hombros y me llevaba a ver la largada de los grandes premios al Automóvil Club. Era impresionante. 150, 180 autos, los estacionaban a 45 grados y las filas eran interminables; recorrían toda Liberador. Tengo el recuerdo de ver tres luces: los faros delanteros y el que le ponían en el techo; largaban de noche. Y una vuelta puntual me llevaron a verlos pasar por Puente 12: veo a Emiliozzi y atrás venía el Chevitú, un ruido atronador. Ese sonido me explotó en la cabeza, yo creo que para siempre.

¿Y cuándo empezaste a hacer autitos?

De chico también. No había tanta industria. Los nenes nos hacíamos los autos con palos de escoba y pinturas. De más grande empecé con la masilla, la plastilina, a usar metales… probé con todo. Mi papá era plomero, así que en casa no faltaban herramientas. Me hice coleccionista y lo que no había, empecé a intentar hacerlo. Me acerqué al Club de Modelistas Argentinos y ahí me enseñaron mucho, a trabajar con los plásticos y esas cosas. Quería hacer los Sport Prototipo que habían corrido acá.

La vida de Ambrosio cambió con la crisis argentina del 2000. Se quedó sin trabajo y lo que hasta entonces había sido su hobby se convirtió en medio de vida. Empezó a fabricar autos a pedido para vender, incluso al exterior, y el tiempo lo fue consolidando. Hoy un “Ambrosio” ronda los u$s 120, tiene un mínimo de dos meses de lista de espera y goza de un prestigio inalterable. La labor, dice el artesano, es abnegada, lenta y no demasiado redituable en lo económico, pero eso sí es extremadamente placentera.

¿Por qué encaraste el proyecto Buenos Aires-Caracas?

La Caracas es la carrera más especial que se corrió en la historia de la humanidad. Me decís la París-Pekín y eran cinco ñatos que fueron a chupar cerveza y a pasear. La Londres-México, buenísima, pero corrían con un helicóptero arriba y en etapas cortas, pura tecnología. Más emblemática que la Buenos Aires-Caracas no hay. ¡La primera etapa fue hasta Salta! Esos gliptodontes, con rueditas finitas a velocidades promedio de 130, 140 kilómetros por hora, ¿te imaginás el ruido adentro? Y la segunda etapa por la Cordillera, de noche, con esas lucecitas… Necesitaron un acuerdo previo de los Automóvil Club de los países por donde iban a andar, mandaban autos de reconocimiento a ver cómo estaban las rutas, o caminos… Domingo Marimón que gana, Fangio que pudo haber ganado pero se desbarranca y se mata el acompañante. Oscar Gálvez que venía primero pero rompe su auto al intentar ayudar a su hermano Juan y termina descalificado porque llega a la meta empujado por el coche de un venezolano particular. Una locura.

La Caracas es la carrera más especial que se corrió en la historia de la humanidad. Me decís la París-Pekín y eran cinco ñatos que fueron a chupar cerveza y a pasear. La Londres-México, buenísima, pero corrían con un helicóptero arriba y en etapas cortas, pura tecnología. Más emblemática que la Buenos Aires-Caracas, no hay.

El Gran Premio de la América del Sur del Turismo Carretera (ése fue su nombre oficial) tuvo muchas peculiaridades. No solo duró semanas, sino que destacó por su heterogeneidad: convivieron pilotos profesionales, playboys de la época y créditos en ascenso con mecánicos de barrio y de pueblo, que también querían mostrar sus cartas. Aunque con los años Ambrosio fue compilando lo que probablemente sea el archivo gráfico más completo que existe sobre esa travesía variopinta, el material fotográfico que queda carece de los detalles que necesitaría un modelista puesto a hacer réplicas en escala.

¿Cómo hiciste la reconstrucción de los coches que corrieron?

Queda gente muy mayor, la Caracas se corrió en octubre del ‘48. Ya no vive prácticamente nadie a quien vos puedas preguntarle de qué color era tal auto o cómo lo habían cortado. Lo más importante y difícil que hay para mí cuando hago un auto es investigarlo. Uno intenta ser lo más perfeccionista que puede. Viajamos mucho por la provincia de Buenos Aires, Santa Fe, la Patagonia… de donde era cada auto. Vas a los diarios regionales, a las bibliotecas, al registro de las personas, a la Policía.

¿A la Policía?

¡Claro! A ver si quedaba alguien vivo. A preguntar por las familias, aunque a veces no quedaba nadie.

¿Y entonces?

Por ahí te decían, vea, váyase al tal bar, que es antiguo, que creo que tienen una foto del auto arriba del mostrador; y estaba la foto. ¡No lo podía creer! Pero también resultaba que la foto había sido coloreada y entonces un parroquiano te decía ‘lo pintaron de verde en la foto pero el auto en realidad era azul’. Te volvés loco, jajaja.

¿Alguna historia puntual?

El auto de Guillermo Martín, el 57. Descubrimos que tenía el escudo de Chacarita atrás. Y terminamos averiguando que abrieron la cancha de Chacarita y le llenaron el estadio para que el tipo diera una vuelta adentro saludando por la ventanilla. Así lo despidió su barrio cuando salió. Esos 138 tipos que largaron eran héroes nacionales para la gente.

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EXCENTRICIDADES

Aunque su más refinada carta de presentación son los autos de la Buenos Aires-Caracas, Gustavo Ambrosio ha creado a mano cientos de matrices de coches históricos argentinos. Su otro punto fuerte son los Sport Prototipo de las décadas de 1960 y 1970. Sus clientes son acaso tan particulares como él en sus gustos, y los pedidos lo traslucen. Entre los encargos más curiosos que ha recibido el artesano se destacan:

  • El que pidió la grilla de largada completa del Sport Prototipo de los 1.000 km de Buenos Aires de 1971, uno por uno y solo los de ese año.
  • Un auto por cada una de las 395 carreras que disputó Carlos Reutemann en su vida profesional. Gran Premio por Gran Premio, así se repitiera el modelo dos o más veces.
  • Un modelo por cada una de las 206 carreras de Fangio.
  • Un sindicalista que encargó todos los autos que manejó Juan Domingo Perón, comenzando por el famoso Justicialista.

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¿Tenés un auto favorito de los que hiciste?

Sí… El 129. El Chevrolet 39 de Pfister, de Luján. Era negro y amarillo y le hizo el baúl de lona más alto, distinto a todos los demás, para poder cargar más neumáticos atrás. Muy simpático. Y aparte tuve la fortuna de conseguir ¡dos fotos! Una maravilla.

¿Cuánto tiempo de tu vida le dedicaste a la Buenos Aires-Caracas?

Empecé en el 2003, más o menos, y todavía hoy cuando publico alguna foto en Facebook me llegan mensajes de familiares, de gente que conoció a los corredores o que tiene una foto original en la casa, con correcciones sobre los autos. De formas, de colores, publicidades, hasta años de los modelos. Y los corrijo. Así que sacá la cuenta… creo que nunca voy a tenerla perfecta.

¿Te hubiera gustado vivir esa época, escuchar la carrera por radio?

Si viene Dios y me ofrece un deseo, yo le pediría que me dejara correr la Caracas.

Ah, correrla, no verla.

Qué verla… ¡estar ahí adentro! ¡Pasar autos en la ruta! ¡Llegar!

La Gran Carrera  en Miniatura, MiuraMag

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