Béla Barényi

Béla Barényi

“¡La puta madre! ¡Se me va!”

Con esa expresión comenzaba a contar la más espeluznante experiencia que me tocó vivir a bordo de un vehículo. Paseando por Ushuaia, hace un año, perdí el control del modelo en el que viajábamos con mi novia y rodamos por la ladera de la montaña.

Fueron casi 15 metros de caída representados en dos vuelcos y medio. Un proceso que demoró unos 5 segundos pero que pareció eterno. No nos pasó nada; literalmente. Ni un rasguño, ni una aspirina, ni una “curita”.

Luego de una experiencia como esa se reflexiona mucho. Primero se intenta buscar explicaciones de por qué se produjo el accidente. Y aunque se encuentren los motivos, sigue siendo increíble haber llegado a ese punto de salirse del camino y caer rodando. Pero lo más asombroso es entender por qué no nos ocurrió nada, a pesar de que el seguro determinó destrucción completa para el Kia Sportage, luego del accidente.

Gran parte de esa explicación tuvo que ver con que funcionó como debía la célula de protección que es el habitáculo en los vehículos actuales. Y el creador de ese concepto fue Béla Barényi, un pionero en la seguridad en el automóvil y uno de los inventores más prolíficos.

El salvador desconocido

La historia automotriz tiene personajes destacados, cuyo reconocimiento excede el entorno fierrero. Karl Benz, Henry Ford o Enzo Ferrari, entre tantos otros, son algunos de los hombres que han desarrollado a los autos y su industria. Pero hay otros nombres indispensables en la evolución de los vehículos y sus sistemas que hoy pueden ser desconocidos por la mayoría. Béla Barényi está en ese grupo, a pesar de ser considerado el padre de la seguridad pasiva.

Es importante repasar (o entender) a qué hace referencia la idea de seguridad pasiva. Se trata del conjunto de elementos y sistemas diseñados para reducir los daños en los ocupantes de un vehículo durante un accidente. Dicho en criollo, es lo único que te puede salvar la vida cuando ya te “diste la piña”. Y el que revolucionó ese concepto fue Barényi, a mediados del siglo pasado. De hecho fue quien definió la diferencia entre seguridad pasiva y seguridad activa.

Genio precoz

En la localidad de Hirtenberg, muy cerca de Viena, nació Béla Viktor Karl Barényi, un 1 de marzo de 1907. En esa época el automóvil era considerado un elemento peligroso, al que sólo se le atrevían los más temerarios. Por eso los carruajes tirados por caballos eran los que dominaban la escena urbana. Además, resultaba muy costoso acceder a un auto en aquellos años.

Pero la familia de Béla Barényi era una de las más adineradas del imperio austro-húngaro. Y es muy interesante ver cómo la industria del automóvil se le atraviesa cuando aún era un niño.

La familia se movía en un Austro-Daimler, una de las marcas más reconocidas en esa época. Era una subsidiaria de la Daimler-Motoren-Gesellschaft y propiedad de Emil Jellinek, padre de la niña Mercedes que terminó “cediendo” su nombre para definir lo que hoy conocemos como Mercedes-Benz. Además, el responsable técnico de aquella compañía era un tal Ferdinand Porsche… Suena conocido, ¿no?

Pero la Primera Guerra Mundial no se la iba a hacer fácil al pequeño Béla, ya que perdió a su padre militar en el frente de batalla cuando tenía sólo 10 años. Además, el conflicto bélico y la consecuente crisis económica, se llevaron casi todos los recursos de la familia. A tal punto que tuvo que dejar la escuela, ya que su madre no podía seguir pagando su educación.

Béla Barényi, MiuraMag
El gran Béla en plena faena con un grupo de ingenieros de Mercedes-Benz.
Béla Barényi, MiuraMag
Pruebas de choque de Mercedes-Benz, de las primeras de la historia del automóvil.
Béla Barényi, MiuraMag
Certificado de una de las más de 2000 patentes que Barényi llegó a registrar en su prolífica vida de inventor.

Como pudo, Barényi terminó consiguiendo los medios para continuar con su preparación y en 1924 ingresó en la Escuela de Electrotécnica y Mecánica, en Viena, para iniciar la carrera de ingeniería mecánica. Y desde un comienzo mostró una clara inclinación hacía las tendencias del futuro del automóvil. Una de ellas quedó representada en unos bocetos que anticipaban las formas del Escarabajo y que cobrarían importancia un par de décadas más adelante.
Terminó la carrera con excelentes notas, pero la Gran Depresión obligaba a cerrar fábricas y generaba despidos por todos lados, lo que impedía que Barényi consiguiera un trabajo como proyectista. Sobrevivía con la redacción de artículos para tratados técnicos.

La marca propicia

Béla consiguió un empleo estable y hacia fines de los ’30 demostró su capacidad al registrar más de 150 patentes en una empresa. Pero el envión le duró poco, ya que en 1939 la compañía también cerró y nuevamente estaba sin trabajo.

Sin nada que perder, se presentó en Mercedes-Benz para solicitar un puesto pero fue rechazado. No conforme con esa primera negativa, insistió con la solicitud en la marca de la estrella y consiguió que lo entrevistara un miembro de junta directiva, que quedó sorprendido por el planteo de Barényi. Con un convencimiento absoluto, le demostró los errores que se venían cometiendo hasta ese momento en el diseño de los autos.

El ejecutivo se rindió ante lo manifestado por el ingeniero: “Sr. Barényi, usted va 15 ó 20 años por delante de los demás. Lo vamos a mantener en Sindelfingen bajo una campana de cristal. Todas sus ideas se enviarán directamente al departamento de patentes”. La carrera de este genio sólo se vio momentáneamente suspendida por la Segunda Guerra Mundial, pero no iba a demorar mucho en despegar.

En 1951, con el número de patente 854.157, registró lo que hoy se conoce como zona de deformación controlada. Barényi había reconocido que en caso de colisión era necesario convertir y disipar la energía cinética mediante la deformación de algunos componentes de la trompa, para así reducir su efecto en los ocupantes del vehículo.
El primer modelo en llevar este diseño fue la Serie W111 de Mercedes-Benz, en 1959. Y desde entonces la seguridad en el automóvil no fue la misma.

El sistema de columna de dirección colapsable es otro de los inventos de este ingeniero que ha salvado miles de vidas. Hasta ese momento, los esquemas de dirección eran muy rudimentarios. El eje delantero se conectaba con el aro del volante con una lanza rígida. En un choque frontal, toda la fuerza del impacto tenía dos destinatarios: el pecho y la cabeza del conductor.

La columna de dirección colapsable que planteó Barényi estaba compuesta por distintas piezas que formaban una barra telescópia que se retraían en caso de accidente. De ese modo, se disipaban las fuerzas del impacto.
Barényi es también el responsable de la célula de protección de pasajeros, de los refuerzos para impactos laterales dentro de las puertas y del techo rígido desmontable en modelos descapotables, entre tantos otros elementos.
Hasta fue el primero en pensar en cómo hacer menos agresivos los diseños de los autos para reducir las lesiones que podía sufrir un peatón en caso de atropello. Así, por ejemplo, ideó unos limpiaparabrisas que mientras no se usaban quedaban ocultos bajo el capó.

Además, fue el responsable de quitar los elementos peligrosos del interior y de agregar zonas acolchadas en sectores en donde el cuerpo de algún ocupante podría impactar durante un accidente. Era el mismo Barényi en persona quien realizaba las pruebas.

Barényi sentó las bases para que luego sea Mercedes-Benz la primera marca en el mundo en ofrecer como equipamiento de serie los frenos ABS, el airbag frontal o el control electrónico de estabilidad.

Reconocimiento tardío

A Barényi se lo terminó aceptando como el creador del Volkswagen Escarabajo. Luego de un litigio de tres años, consiguió que se le reconozca la “paternidad intelectual” del boceto denominado “Futuro Auto del Pueblo”, ideado durante su carrera universitaria. Cinco años después de ese boceto inicial, Ferdinand Porsche crearía el Volkswagen Escarabajo, el auto del pueblo alemán.

Béla Barényi, MiuraMag
Un esquema de la época que muestra las zonas deformables y las zonas rígidas (la cabina) según el innovador concepto de Barényi.
Béla Barényi, MiuraMag
Un imponente Mercedes-Benz 280 SE de la serie W111, la primera que incorporó componentes deformables en la carrocería para disipar la energía cinética en caso de una colisión.
Béla Barényi, MiuraMag
Béla, ya retirado, posando con un hermoso Mercedes-Benz SL “Pagoda”.

Béla Barényi, MiuraMag

Este emprendedor de la seguridad del automóvil se jubiló en 1972, y si bien significó el fin de su carrera, marcó el comienzo de los reconocimientos a su labor. Se lo nombró miembro de honor de la Sociedad Alemana de Formación, Invención e Innovación; recibió el título de profesor de manos del Presidente Federal de Austria y fue galardonado con el premio cultural de la ciudad de Baden por sus extraordinarios logros en el campo de la ciencia.

En 1994, fue honrado por el “Automotive Hall of Fame”, en Detroit, al ubicarlo en el grupo de los mejores inventores e innovadores.

Béla Barényi falleció en 1997, en la ciudad de Böblingen, Alemania. Hoy existen dos calles en Europa que llevan su nombre y desde 2005 se entrega en Viena el premio Béla Barényi a personas que hayan realizado un aporte importante en la seguridad del automóvil.

En 1993, una publicidad de Mercedes-Benz mostraba una imagen de Barényi y la acompañaba con la frase “Nadie en el mundo ha aportado tanto a la seguridad del automóvil como este hombre”. Las miles de vidas que se salvan en un accidente de tránsito en todo el mundo lo ratifican cada día. Y después del accidente que me tocó vivir, puedo dar fe que efectivamente es así. ¡Qué viva Béla Barényi!

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