Smartcars: se viene la era de los autos inteligentes

Smartcars: se viene la era de los autos inteligentes

El avance de la tecnología pasó de ser un proceso progresivo de cambios a una verdadera explosión exponencial de novedades que resultan difíciles de asimilar, ya sea por el poco tiempo disponible para hacerlo o por la naturaleza de las mismas. Y la industria automotriz es un claro ejemplo de ello, ya que todo está dispuesto para que los vehículos se conviertan en poco tiempo en verdaderos autos inteligentes o smartcars.

En la actualidad, vemos que cada vez más cosas a nuestro alrededor se están tornando “inteligentes”, desde los teléfonos celulares (smartphones), los relojes (smartwatchs) hasta la ropa (smartclothes). Y, si bien todavía el término de smartcars no ha comenzado a resonar en el mundo, parecería ser la manera más precisa de definir al nuevo “modo de uso” que propondrán masivamente los vehículos en un plazo –aproximado– de entre cinco y diez años.

“Todo está dispuesto para que los vehículos se conviertan en poco tiempo en verdaderos autos inteligentes o smartcars”.

Para entender mejor a los smartcars, es importante resaltar que hoy nos encontramos en los albores de lo que los expertos denominan “la cuarta revolución industrial”, que traerá grandes cambios en la manera en la que los bienes serán producidos y en cómo las personas se relacionarán con ellos. Los pilares de este cambio son: internet de las cosas (IoT), conectividad total e innovación de sensores (Connected Everything), información en la nube (Cloud), análisis de gran cantidad de datos (Data Analytics) y redes sociales (Social Media). Estos permitirán que en no mucho tiempo prácticamente todo lo que nos rodee –incluyendo a los automóviles– estará conectado a internet, intercambiando gran cantidad de datos con múltiples compañías y será gestionado por nosotros a través de nuestros smartphones.

Volviendo a los vehículos, el concepto de smartcars puede verse plasmado –por ejemplo– en el Peugeot Instinct, un concept car que se basa en la conducción autónoma y en la utilización de IoT para llevar la experiencia de uso a niveles sorprendentes. Gracias a la gran cantidad de información disponible sobre los usuarios, que pueden provenir de sus smartphones, smartwatchs, electrodomésticos y de un análisis sobre sus redes sociales, el vehículo podrá tomar decisiones óptimas de manera autónoma. Elegir a dónde ir, qué camino tomar, qué música proponer, el tipo de conducción –suave o dinámica–, si sugerirle al conductor que tome el volante para disfrutar de un tipo de trazado que estima será de su agrado o si sencillamente le propone dejarlo a cierta distancia de su destino porque identificó que el día anterior no cumplió con su target de ejercicio físico son solo algunas de las posibilidades.

Smartcars: se viene la era de los autos inteligentes, MiuraMag

El automóvil también será capaz de capturar una gran cantidad de información sobre sus usuarios, algo que podrá utilizar para refinar constantemente las propuestas y decisiones orientadas a aumentar su nivel de satisfacción; además, podrá brindarle información a otros dispositivos que asistan sus pasajeros (por ejemplo dar la orden de encender el aire acondicionado del hogar 15 minutos antes de llegar o de prender las luces con la intensidad apropiada según su humor) o alimentar de datos en tiempo real a la fábrica que lo produjo. Este último punto resulta realmente disruptivo, ya que permitirá una velocidad de ajuste a la demanda y de corrección de fallas de diseño, fabricación o software sin precedentes. Muchísimas decisiones van a ser tomadas de manera autónoma en las fábricas, empleando todos los inputs relevados por la infinidad de sensores que yacerán dispersos tanto en el vehículo como en los artilugios conectados, guiadas por software con inteligencia artificial.

“Gracias a la gran cantidad de información disponible sobre los usuarios, que pueden provenir de sus smartphones, smartwatchs, electrodomésticos y de un análisis sobre sus redes sociales, el vehículo podrá tomar decisiones óptimas de manera autónoma”.

Gracias a este salto tecnológico, las compañías automotrices podrán aumentar considerablemente la flexibilidad para adecuarse exactamente a lo que sus clientes pidan en tiempos realmente breves. El relevamiento de sus gustos será permanente y estará basado en millones de datos y selecciones tomadas en tiempo real alrededor del mundo. Y, al valerse del análisis de las redes sociales, las computadoras podrán entender los gustos de las personas y reaccionar con inmediatez a los cambios de tendencias, como por ejemplo a los colores más demandados por los potenciales compradores en un momento dado. De esta manera, los usuarios se convertirán en co-creadores e irán diseñando su automóvil perfecto todo el tiempo. Además, esto hará más eficiente el proceso productivo, reduciendo la utilización de materias primas y de energía, redundando en vehículos más baratos.

Si analizamos más en profundidad las implicancias industriales de este cambio, uno de los aspectos más importantes es que la información va a circular de manera fluida entre los usuarios finales y los robots encargados de la producción de automóviles. El paradigma actual es lo que se conoce como fábrica inteligente, una organización de hombres y máquinas interconectados gracias a la red; puede operar de manera muy eficiente en torno a objetivos que los directivos de cada compañía decidan, en función de lo que entienden –o cree entender– acerca de sus clientes. Esta nueva revolución industrial hará que la información traspase los límites de la factoría y que los insights obtenidos sobre los pasajeros de los vehículos produzcan cambios en las máquinas de las fábricas de manera inmediata, en muchos casos sin siquiera la intervención humana.

“Este salto tecnológico hará que las compañías automotrices puedan aumentar su flexibilidad para adecuarse exactamente a lo que sus clientes quieren, haciendo que se conviertan en co-creadores de su automóvil perfecto todo el tiempo”.

Sin dudas, el futuro nos aguarda con una parafernalia de novedades, que nos desafiarán y serán un verdadero desafío para la sociedad –el impacto en el mercado laboral y el replanteo en el campo educativo serán poco menos que inquietantes–, pero al mismo tiempo traerán aparejados cambios muy  positivos, como en el ámbito de la movilidad. El commuting y todos los desplazamientos serán más racionales, las personas podrán utilizar el tiempo abordo para fines laborales y familiares con mayor libertad y la tasa de accidentes descenderá drásticamente, fruto de la interconexión entre objetos y la batería de dispositivos para la asistencia a la conducción. La sostenibilidad de la propuesta descansa en la propulsión limpia de los nuevos vehículos, que basarán su impulso en la electricidad. Sin embargo, las emociones decididamente serán diferentes; se avizora con gran incógnita el espacio que quedará para aquellos conductores purasangre que encuentran placer en la interacción con la máquina. Y, si bien es cierto que el público en general ha mostrado una clara tendencia a incorporar todo lo “smart” que le simplifique la vida, probablemente no sean pocos los que continúen encontrando en lo mecánico o analógico su aliado predilecto para alcanzar inefables momentos de emoción fidedigna.

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